sábado, 23 de junio de 2018

San Juan Bautista, San Francisco de Asís y el Cordero por El Greco


 “Es necesario que Él crezca…”
San Juan Bautista somos nosotros esperando convertirnos
En el Cordero, pequeño y manso, que en silencio da la vida.
Así seremos Luz en la Luz.
Como el pequeño y manso Francisco.
Creció Cristo en él 
hasta la estatura del Hombre Nuevo.



¡Queridos testigos del Cordero!
¡Ayúdennos a morir al pecado,
A ser Juanes y Franciscos
A ser Corderos!


viernes, 22 de junio de 2018

Santo Tomás Moro




Nació en el corazón de la ciudad de Londres (Inglaterra), en su casa familiar de Milk Street, el 7 de febrero de 1478. Fue el hijo mayor de sir John More, mayordomo del Lincoln's Inn (uno de los cuatro colegios de abogados de la Ciudad de Londres), jurista y posteriormente nombrado caballero y juez de la curia real; y de su mujer Agnes More (de soltera, Graunger). En 1486, tras cinco años de enseñanza primaria en la antigua Escuela de San Antonio (Saint Anthony's School), una destacada escuela de gramática de Londres, además de ser la única gratuita, fue conducido según la costumbre entre las buenas familias al palacio de Lambeth, donde sirvió como paje del cardenal John Morton, arzobispo de Canterbury y Lord Canciller de Inglaterra.
El cardenal era un ferviente defensor del nuevo humanismo renacentista y tuvo mucha estima al joven Moro. Confiando en desarrollar su potencial intelectual, Morton decidió, en 1492, sugerir el ingreso de Tomás Moro, que por entonces contaba con catorce años, en el Canterbury College de la Universidad de Oxford, donde pasará dos años estudiando la doctrina escolástica que allí se impartía y perfeccionando su retórica, siendo alumno de los humanistas ingleses Thomas Linacre y William Grocyn. Sin embargo, Moro se marchó de Oxford dos años después sin graduarse y, por insistencia de su padre, en 1494 se dedicó a estudiar leyes en el New Inn de Londres y, posteriormente, en el Lincoln's Inn, institución en la que había trabajado su padre. En 1496 comenzó a ejercer la abogacía ante los tribunales. Posiblemente durante esta época aprendió el francés, necesario tanto para las cortes de justicia inglesas como para el trabajo diplomático, uniéndose este idioma al inglés y latín ya aprendidos durante sus estudios primarios.
En torno a 1497, comenzó a escribir poesías, con una ironía que le valió cierta fama y reconocimiento. En esta época tiene sus primeros encuentros con los precursores del Renacimiento, conociendo a Erasmo de Róterdam, con quien entablaría amistad, y a John Skelton.
Hacia 1501 ingresó en la Tercera orden de San Francisco, viviendo como laico en un convento cartujo hasta 1504. Allí se dedicó al estudio religioso. Alrededor de 1501 tradujo epigramas griegos al latín y comentó De civitate Dei, de san Agustín de Hipona. A través de los humanistas ingleses tuvo contacto con Italia. Tras realizar una traducción (publicada en 1510) de una biografía de Giovanni Pico della Mirandola escrita por su sobrino Gianfrancesco, quedó prendado del sentimiento de la obra que adoptó para sí, y que marcaría definitivamente el curso de su vida.
Al abandonar el convento de los cartujos, en 1505, contrajo matrimonio con Jane Colt y ese mismo año nació su hija Margaret, quien fue su discípula. Habiendo abandonado la Orden de los Cartujos, se recibió en leyes y ejerció la abogacía con éxito, en parte gracias a su preocupación por la justicia y la equidad; más tarde sería juez de pleitos civiles y profesor de Derecho.
En 1506 nació su segunda hija, Elizabeth. Ese año tradujo al latín a Luciano de Samosata con ayuda de Erasmo. Un año más tarde nació Cicely, su tercera hija. Tomás Moro era pensionado y mayordomo en el Lincoln's Inn, donde dictó conferencias entre 1511 y 1516. En 1509 nació su hijo John. Moro participó en gestiones entre grandes compañías de Londres y Amberes. Ese mismo año escribió poemas para la coronación de Enrique VIII. En 1510 fue nombrado miembro del Parlamento y vicesherif de Londres. Un año más tarde murió su esposa Jane y se casó con Alice Middleton, viuda siete años mayor que Moro y con una hija, Alice.
Miembro del Parlamento desde 1504, Tomás Moro fue elegido juez y subprefecto en la ciudad de Londres, y se opuso a algunas medidas de Enrique VII. Con la llegada de Enrique VIII, protector del humanismo y de las ciencias, Moro integró el primer Parlamento convocado por el rey en 1510.
Moro viajó por Europa y recibió la influencia de distintas universidades. Desde allí escribió un poema dedicado al rey, que acababa de tomar posesión de su trono. La obra llegó a manos del rey, que hizo llamarlo, naciendo a partir de entonces una amistad entre ambos.
La obra de Moro Historia de Ricardo III (History of King Richard III, c. 1513-1518), escrita en latín e inglés, aunque inconclusa, fue impresa en inglés de forma imperfecta en la Crónica (Chronicle) de Richard Grafton (1543) y usada por otros cronistas de la época como John Stow, Edward Hall y Raphael Holinshed, transmitiendo así material a William Shakespeare para su obra Ricardo III.
En 1515, Tomás Moro fue enviado con una embajada comercial en Flandes. Ese año escribió el libro segundo de Utopía y un año más tarde el libro primero; la obra completa fue publicada en Lovaina. En 1517 Tomás Moro entró a trabajar para el rey Enrique VIII: se lo nombró Master of requests y pasó a ser miembro del Consejo Real. Enrique VIII se sirvió de su diplomacia y tacto, confiándole algunas misiones diplomáticas en países europeos. Fue enviado en misión extranjera a Calais desde agosto a septiembre de 1517, para resolver problemas mercantiles.
En 1520 ayudó a Enrique VIII a escribir la Assertio Septem Sacramentorum (Defensa de los siete sacramentos). A ello siguió su designación para diferentes cargos y su condecoración con distintos títulos honoríficos. En 1521 fue honrado con el título de knight (caballero) y designado vicecanciller del Tesoro. Ese mismo año su hija Margaret se casó con William Roper, quien sería el primer biógrafo de Tomás Moro. En 1524 fue nombrado High Steward (censor y administrador) de la Universidad de Oxford, de la que había sido alumno. En 1525 fue nombrado también High Steward de la Universidad de Cambridge y canciller del Ducado de Lancaster. En 1526 fue juez de la Cámara de la Estrella. Trasladó su residencia a Chelsea y escribió una carta a Iohannis Bugenhagen defendiendo la supremacía papal. En 1528, el obispo de Londres le permitió leer libros heréticos para refutarlos. Finalmente, se lo designó Lord Canciller en 1529. Fue el primer canciller laico después de varios siglos.
En 1530 no firmó la carta de nobles y prelados que solicitó al papa la anulación del matrimonio real. En 1532 renunció a su cargo de canciller. En 1534 se negó a firmar el Acta de Supremacía que representaba un repudio a la supremacía papal. El Acta establecía condena a quienes no la aceptaran y el 17 de abril del mismo año Moro fue encarcelado. Fue decapitado el 6 de julio de 1535.
Arriba, boceto de un retrato familiar de Tomás Moro (ca. 1527), realizado por Hans Holbein el Joven. El astrónomo Nicolás Kratzer, amigo de Holbein y tutor de los hijos de Moro, añadió los nombres y edades de los miembros de la familia en tinta marrón. Abajo, Tomás Moro y su familia (1592), obra de Rowland Lockey que sigue el boceto de Hans Holbein.
El rey Enrique VIII se enemistó con Tomás Moro debido a las desavenencias surgidas en torno a la validez de su matrimonio con su esposa Catalina de Aragón que Tomás, como Canciller, apoyaba. Enrique VIII había pedido al papa la concesión de la nulidad de su matrimonio con Catalina de Aragón y la negativa de este supuso la ruptura de Inglaterra con la Iglesia de Roma y el nombramiento del rey como cabeza de la Iglesia de Inglaterra.
El monarca insistió en obtener la nulidad de su matrimonio a fin de poder casarse nuevamente para conseguir su deseo de tener un hijo varón, que Catalina de Aragón no podía ya darle. La nulidad habría borrado la infidelidad y le hubiera permitido un matrimonio válido a los ojos de la Iglesia católica, legitimando los hijos que pudiera tener de su matrimonio con Ana Bolena y todo habría quedado en un asunto intrascendente. Las sucesivas negativas de Tomás Moro a aceptar algunos de los deseos del rey acabaron por provocar el rencor de Enrique VIII. Luego de la ruptura con Roma, y tras negarse Moro a pronunciar el juramento que reconocía a Enrique como cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra, el rey lo encarceló en la torre de Londres.
Finalmente el rey, enojado, mandó juzgar a Moro, quien en un juicio sumario fue acusado de alta traición y condenado a muerte (ya había sido condenado a cadena perpetua anteriormente). Otros dirigentes europeos como el papa o el emperador Carlos V, quien veía en él al mejor pensador del momento, presionaron para que se le perdonara la vida y se la conmutara por cadena perpetua o destierro, pero no sirvió de nada y fue decapitado en Tower Hill una semana después, el 6 de julio de 1535. Está enterrado en una bóveda subterránea anexa a la capilla de San Pedro ad Vincula, que se encuentra en la torre de Londres.
Mantuvo hasta el final su sentido del humor, confiando plenamente en el Dios misericordioso que le recibiría al cruzar el umbral de la muerte. Mientras subía al cadalso se dirigió al verdugo en estos términos: I pray you, I pray you, Mr Lieutenant, see me safe up and for my coming down, I can shift for myself («Le ruego, le ruego, señor teniente, que me ayude a subir, porque para bajar, ya sabré valérmelas por mí mismo»). Luego, al arrodillarse dijo: «Fíjese que mi barba ha crecido en la cárcel; es decir, ella no ha sido desobediente al rey, por lo tanto no hay por qué cortarla permítame que la aparte». Finalmente, ya apartando su ironía, se dirigió a los presentes: I die being the King's good servant—but God's first («Muero siendo el buen servidor del rey, pero de Dios primero»).
Moro no fue el único que estuvo en la encrucijada de si debía seguir al rey Enrique VIII o a la Iglesia de Roma. El por entonces recién creado cardenal John Fisher también pasó por el mismo trance; Enrique VIII le mandó el capelo cardenalicio cuando Fisher estaba en prisión, y fue también ejecutado.
Su obra cumbre fue Utopía (1516), en la que aborda problemas sociales de la humanidad, y con la que se ganó el reconocimiento de todos los eruditos de Europa. Uno de sus inspiradores fue su íntimo amigo Erasmo de Róterdam. La redactó durante una de las misiones asignadas por el rey en Amberes.
El resto de sus obras es diverso pero siempre va engarzado por el hilo común del ensalzamiento del idealismo y la condena de la tiranía. Hay retratos de personajes públicos, como la Life of Pico della Mirandola ("Vida de Pico della Mirandola"), en realidad traducción de la autobiografía de este humanista italiano, reivindicador de la primacía de Platón frente a Aristóteles, o como la Historia Richardi Tertii (Historia de Ricardo III), una crítica despiadada (al oblicuo modo de Moro) del tirano que asesinó a su hermano mayor y a los hijos pequeños de Eduardo IV para asumir el máximo poder. Este trabajo se publicó en inglés y en latín, aunque la versión latina es bastante más extensa que la inglesa y fue por ello atribuida erróneamente al cardenal John Morton. Inspiró, sin duda, el Ricardo III de Shakespeare. El personaje resulta, pues, en manos de Moro, un triste antihéroe de la degeneración política, de la tiranía.
Compuso también poemas en lengua inglesa, entre los cuales destacan sus sinceros epicedios al fallecimiento de las reinas inglesas, y diversos epigramas de su juventud (Epigrammata) en los que brilla su pensamiento antiabsolutista.
Para Moro, según Antonio Poch, la raíz de la tiranía se encuentra en la avaricia. La avidez de riquezas y la de poder se alimentan y excitan mutuamente. El rey, si no quiere ser tirano, debe por ello ser el buen custodio del rebaño que las impida:
¿Qué cosa es el buen príncipe? Es el can custodio del rebaño, que ladrando ahuyenta a los lobos. ¿Y qué cosa es el mal príncipe? Precisamente es el lobo / Quid bonus est princeps? Canis est custos gregis... Quid malus? Ipse lupus (Epigramma IX)
El reino es como el cuerpo místico de Cristo del cual el rey es cabeza: todos sus miembros están unidos por el amor y deben socorrerse mutuamente: Populus sese pro rege... quilibet hunc proprie corporis esse caput (Ep. XV). El príncipe bueno dirige a hijos libres, el malo somete a siervos:
Aquellos que el tirano señorea como siervos, el rey los estima como hijos / Servos tyrannus quos regit / rex liberos... putat suos.
Mención importante dentro de su obra merecen los diálogos-tratados que realizó en defensa de la fe tradicional atacando duramente a los reformistas tanto laicos como religiosos. Entre este tipo de obras se encuentran por ejemplo Responsio ad Lutherum ("Respuesta a Lutero"), A Dialogue Concerning Heresies ("Un diálogo sobre la herejía"), The Confutation of Tyndale's Answer ("Refutación de la respuesta de Tyndale") o The Answer to a Poisoned Book ("Respuesta a un libro envenenado").
Obras
Además de escritos en defensa de la Iglesia de Roma, también escribió sobre los aspectos más espirituales de la religión. Así, se encuentran escritos como Treatise on the Passion ("Tratado sobre la Pasión de Cristo"), Treatise on the Blessed Body (Tratado sobre el Cuerpo Santo), Instructions and Prayers o De Tristitia Christi ("La Agonía de Cristo"). Este último manuscrito, redactado de puño y letra de Tomás Moro en la Torre de Londres en el tiempo en que estuvo confinado antes de su decapitación el 6 de julio de 1535, y salvado posteriormente de la confiscación decretada por Enrique VIII, pasó por voluntad de su hija Margaret a manos españolas y a través de fray Pedro de Soto, confesor del emperador Carlos V, tuvo por destino Valencia, patria de Luis Vives, amigo íntimo de Moro. Actualmente se conserva como parte de la colección que pertenece al museo del Real Colegio del Corpus Christi de Valencia.
Otras obras que escribió son las traducciones desde el latín que hizo de algunos diálogos de Luciano de Samosata: El cínico, Menipo, La necromancia y El tiranicida (al que añade una Responsio en que critica acerbamente a los tiranos), así como varias cartas y pequeños textos: Letter to Bugenhagen, Supplication of Souls, Letter Against Frith, The Apology, The Debellation of Salem and Bizance, A Dialogue of Comfort Against Tribulation, Letter to Martin Dorp, Letter to the University of Oxford, Letter to Edward Lee, Letter to a Monk.
Tomás Moro fue beatificado junto a otros 53 mártires (entre ellos John Fisher) por el papa León XIII en 1886, y finalmente proclamado santo por la Iglesia católica el 19 de mayo de 1935 (junto con John Fisher), por el papa Pío XI; y su fiesta se estableció el 9 de julio. Ese día todavía es observado por los católicos tradicionalistas. Luego de una serie de reformas post-Vaticano II, su fiesta fue cambiada y su nombre añadido al santoral católico en 1970 para celebración el 22 de junio junto con John Fisher, el único obispo (debido a las muertes naturales coincidenciales de ocho obispos ancianos) que, durante la Reforma inglesa, mantuvo, por merced del rey, lealtad al papa.
El 31 de octubre de 2000, Juan Pablo II lo proclamó santo patrón de los políticos y los gobernantes, en respuesta a una idea del expresidente de la República Italiana Francesco Cossiga surgida en 1985, y presentada como petición formal el 25 de septiembre de 2000 con el aval de centenares de firmas de jefes de Gobierno y de Estado, parlamentarios y políticos.
En 1980, Moro fue añadido al calendario de Santos y Héroes de la Iglesia Cristiana de Inglaterra junto a John Fisher como «mártires de la reforma». 
Entre nosotros Moro se conmemora el 22 de junio junto con John Fischer y los mártires cartujos.

Fuentes:
https://es.wikipedia.org/wiki/Tom%C3%A1s_Moro
https://en.wikipedia.org/wiki/Thomas_More

lunes, 18 de junio de 2018

DOS UTÓPICOS: ERASMO DE ROTTERDAM Y STEFAN ZWEIG


Erasmo de Rotterdam 

(Desiderio Erasmo de Rotterdam; Rotterdam, 1466 - Basilea, 1536) Humanista neerlandés de expresión latina. Clérigo regular de san Agustín (1488) y sacerdote (1492), pero incómodo en la vida religiosa (que veía llena de barbarie y de ignorancia), Erasmo de Rotterdam se dedicó a las letras clásicas y, por su fama de latinista, consiguió dejar el monasterio como secretario del obispo de Cambrai (1493). 

Cursó estudios en París (1495) y, tras dos breves estancias en los Países Bajos (1496 y 1498), decidió llevar vida independiente. En tres ocasiones (1499, 1505-1506 y 1509-1514) visitó Inglaterra, donde trabó amistad con Jane Colet y Tomás Moro, en cuya casa escribió su desenfadado e irónico Elogio de la locura (1511), antes de enseñar teología y griego en Cambridge. 

En París inició, con Adagios (1500), un éxito editorial que prosiguió en 1506 con sus traducciones latinas (de Luciano de Samósata y de Eurípides) y que culminó en Basilea (1515-1517 y 1521-1529) con sus versiones de Plutarco, sus ediciones de Séneca y de San Jerónimo y su gran edición del Nuevo Testamento (1516). Dicha edición, con texto griego anotado y su traducción latina (muy distinta de la Vulgata de San Jerónimo) le dio renombre europeo. 

Si sus primeros diálogos Antibárbaros (1494) veían compatibles devoción y cultura clásica, en el Enquiridión (1504) defendía una audaz reforma religiosa. Fruto de las lecciones que había dado para vivir, sus manuales de conversación latina (1497) son el origen de los Coloquios familiares (1518), de gran difusión y resonancia. Fue la crítica de Lorenzo Valla a la versión de la Vulgata lo que le decidió a dedicarse, algo tardíamente, a las letras sagradas para reconciliar cultura clásica y teología (se doctoró en esta ciencia en Turín en 1508). 

En sus viajes, Erasmo de Rotterdam visitó también Padua, Siena, Roma (1509) y diversas ciudades de Alemania (1514), en cuyos círculos humanísticos fue acogido de forma triunfal. El papa León X le dispensó de tener que vestir el hábito para que viviese en el mundo y fue nombrado consejero del emperador Carlos V, a quien dedicó la Institución del príncipe cristiano (1516). 

Aunque inicialmente no le prestó gran atención, el crecimiento del problema luterano le hizo cada vez más difícil su insistente pretensión de neutralidad. Si en 1517 se había ido a Lovaina, en 1521 hubo de salir de la ciudad y volver a Basilea por lo insostenible de su situación (aun distanciándose claramente de Martín Lutero, insistía en ser no beligerante) y para guardar su independencia. Pero en 1524 lanzó su Disquisición sobre el libre albedrío, con una violenta respuesta de Lutero (Sobre el albedrío esclavo, 1526) y con su correspondiente réplica (Hyperaspistes, 1526). Y, pese a su neutralidad en la pugna de Enrique VIII de Inglaterra con el papa Clemente VII, su Ciceroniano (1527) refleja ya el desengaño de quien ve sus ideales contrariados por los hechos. 

Implantada la Reforma en Basilea (1529), Erasmo dejó la ciudad por la misma razón que había dejado Lovaina y se retiró a Friburgo de Brisgovia. Sobre la buena concordia de la Iglesia (1534) es una obra en la que no parece poner sus ilusiones, y no hizo comentarios sobre la ejecución en Inglaterra de Juan Fisher y Tomás Moro (1535). El mismo año recomendó al papa Paulo III un tono conciliador en el futuro concilio y, desde Basilea (adonde había vuelto y de donde sus achaques no le dejarían salir), rechazó el cardenalato; de poco antes de morir es su obra Sobre la pureza de la Iglesia cristiana (1536). 

Para unos hereje (que preparó el terreno a la Reforma), para otros racionalista solapado u hombre de letras ajeno a la religiosidad (un Voltaire humanista) y para otros gran moralista y lúcido renovador cristiano, Erasmo de Rotterdam quiso unir humanismo clásico y dimensión espiritual, equilibrio pacificador y fidelidad a la Iglesia; condenó toda guerra, reclamó el conocimiento directo de la Escritura, exaltó al laicado y rehusó la pretensión del clero y de las órdenes religiosas de ostentar el monopolio de la virtud.
Erasmo hizo pensar a los sabios de su tiempo, y también, gracias a su lenguaje sencillo y agradable, a la gente común de aquellos años. Pero en los últimos años de su vida, el mundo se había vuelto muy ingrato. Católicos y reformistas se enfrentaban unos contra otros, se mataban, torturaban, quemaban, y además, a veces se peleaban entre sí con tanto odio como si se tratara de los peores enemigos y no de compañeros de religión. Erasmo dijo hacia el final de sus días:
Todos tienen estas palabras en la boca: EVANGELIO — PALABRA DIVINA — FE — CRISTO — ESPÍRITU, pero veo a muchos de ellos comportarse como si estuvieran poseídos por el demonio.
En ese momento de locura universal, donde la razón era asesinada por la pasión y la justicia por la violencia, unos y otros cometían las peores atrocidades en nombre de Dios. Los soldados y cañones reemplazaron a los argumentos. Erasmo pudo saber que en París habían quemado a fuego lento a quien le traducía sus libros. En Inglaterra, sus dos amigos, John Fisher y Tomas Moro, habían caído bajo el hacha del verdugo, y su amigo suizo Zuinglio había sido matado a mazazos en el campo de batalla.
Ya no hay espacio para la libertad de pensamiento, para la comprensión y la tolerancia, es decir, ya no hay espacio para Erasmo.
En sus últimos días sintió que el amor a la humanidad y los ideales humanistas que habían llenado su corazón y su palabra, estaban completamente derrotados.
No nos extraña que Stefan Zweig haya escrito una novela biográfica con Erasmo como protagonista. Él también fue un hombre que sintió que ya no tenía lugar en el mundo.
Nació en Viena en 1881. Pertenecía a una acomodada familia judía. Inició su carrera literaria traduciendo a Charles Baudelaire y a E. Verhaeren.
Ante la I Guerra Mundial, abrazó el pacifismo y estrechó lazos de amistad con Romain Rolland. Se instaló en Salzburgo (1918) y, tras huir de Austria en 1934, se refugió en Londres.  
En 1924 se publicaron sus poesías reunidas, marcadas por el influjo de Rilke y Verhaeren. Compuso obras teatrales, como Tersites (1907), La casa junto al mar (1911), Jeremías (1917) y La oveja del pobre (1939). Escribió asimismo novelas y narraciones: Primera experiencia (1911), Amok (1923), Confusión de sentimientos(1926) -conjunto formado por tres relatos largos, el más conocido de los cuales es Veinticuatro horas de la vida de una mujer, publicado primero en inglés-, Impaciencia del corazón (1938).
Su obra incluye también historias noveladas (Erasmo de Rotterdam, 1934; María Estuardo, 1935; Américo Vespuccio, 1942), y una serie de ensayos históricos y literarios, que constituyen sus obras más populares: Verlaine (1905), Verhaeren(1910), Romain Rolland (1920), Tres maestros (Balzac, Dickens, Dostoievski)(1920), La lucha contra el demonio (1925) y La curación por el espíritu (1931).
En 1942 la hegemonía alcanzada por las fuerzas hitlerianas en Europa lo sumió en una gran depresión. Sintió que su mundo había desaparecido y decidió quitarse la vida junto con su mujer durante su residencia en el Brasil.

  • Añado un pasaje de su biografía de Erasmo de Rotterdam. El texto, publicado en 1934, me parece muy apropiado para nuestros días.

(…) la historia es injusta con los vencidos. No ama mucho a los hombres mesurados, a los mediadores y reconciliadores, a los hombres de la humanidad. Sus favoritos son los apasionados, los desmedidos, los bárbaros aventureros del espíritu y de la acción: de este modo ha apartado la vista casi despectivamente de este callado servidor de los sentimientos humanitarios. En el cuadro gigantesco de la Reforma, Erasmo se alza en último término. Dramáticamente cumplen los otros su destino, todos aquellos posesos de su genio y de su fe: Hus se asfixia entre las llamas ardientes; Savonarola es amarrado al poste de la hoguera en Florencia; Servet, arrojado al fuego por el fanático Calvino. Cada cual tiene su hora trágica: Thomas Münzer es tenaceado con tenazas de fuego; John Knox, clavado en su propia galera; Lutero, apoyándose ampliamente sobre la tierra alemana, lanza contra el emperador y el Imperio su amenaza de: "No puedo hacer otra cosa". A Thomas Moro y a John Fisher les ponen la cabeza sobre el tajo de los criminales; Zwinglio, acogotado por la maza de armas, yace en la llanura de Cappel: todos ellos figuras inolvidables, intrépidos en su creyente furor, extáticos en sus cuitas, grandes en su destino. Mas detrás de ellos prosigue ardiendo la llama fatal del delirio religioso; los destruidos castillos de la Guerra de los Aldeanos son testigos infamadores de aquel Cristo, mal comprendido, cada cual según su modo, por aquellos fanáticos; las ciudades arruinadas, las granjas saqueadas de la Guerra de los Treinta Años y de la de los Cien Años, estos panoramas apocalípticos claman a los cielos la sinrazón terrena del "no querer ceder". Pero en medio de este tumulto algo detrás de los capitanes de esta guerra eclesiástica, y claramente alejado de todos ellos, nos contempla el fino semblante de Erasmo, levemente sombreado de duelo. No está amarrado a ninguna picota de martirio, su mano no aparece armada con ninguna espada, ninguna ardiente pasión abrasa su semblante. Pero claramente se destaca su mirada, azul, luminosa y tierna, inmortalizada por Holbein, y, a través de todo aquel tumulto de pasiones colectivas se dirige hacia nuestra época, no menos agitada. Una serena resignación sombrea su frente — ¡ay, conoce la eterna stultitia del mundo!—, mientras que una leve y muy delicada sonrisa de confianza se muestra en torno a sus labios. Lo sabe, en su experiencia; es propio del modo de ser de todas las pasiones el llegar a fatigarse. Es destino de todo fanatismo el agotarse a sí mismo. La razón, eterna y serenamente paciente, puede esperar y perseverar. A veces, cuando las otras alborotan, en su ebriedad, tiene que enmudecer y guardar silencio. 

Pero su hora llega, vuelve a llegar siempre.

Fragmento de “ERASMO DE ROTTERDAM, TRIUNFO Y TRAGEDIA” de Stefan Zweig

miércoles, 13 de junio de 2018