Un soplo divino pasa por entre las cuerdas.
Este "arco" es el que las hace vibrar.
Y es tan humano como su inspirado autor.
Mozart: El amado de Dios
Mozart compuso su Quinteto en la mayor K.581, en septiembre de 1789, después de su viaje a Prusia y durante la composición de Così fan tutte. La elección del instrumento solista — como para el trio en mi bémol K. 498 "Kegelstatt" o el último Concierto en la K. 622 — fue inspirado por la personalidad misma de un amigo de Mozart, el clarinetista Anton-Paul Stadler, espíritu curioso, excelente virtuoso de su instrumento y miembro de la orquesta de la corte imperial de Viena. Mozart, como más tarde Brahms o Schönberg, tenía una predilección particular por el clarinete, cuyos recursos técnicos y sonoros había descubierto desde 1777, en Mannheim. El clarinete era ya entonces para Mozart el único instrumento de viento capaz, por la diversidad de sus registros y por su abanico dinámico, de rivalizar con la delicadeza expresiva de los instrumentos de cuerdas. El clarinete del Quinteto K. 581 se revela como un perfecto personaje autónomo, y sin embargo se integra de manera extraordinaria al discurso del cuarteto de cuerdas que lo acompaña.
El primer movimiento (allegro) está basado en tres temas en lugar de los dos habituales. El elemento trágico, lo encontramos evidentemente en el fabuloso larghetto en re mayor, cumbre de la obra y sin duda uno de los tres o cuatro más bellos movimientos lentos jamás concebidos por Mozart. Arquitectura verdaderamente epifánica, abierta en la unidad, que respira la unidad y cuya función espiritual parece consecuencia directa del canto puro. La simplicidad relativa de las frases del Menuetto hace resurgir la sutileza y la insuperable asimetría de las del movimiento precedente. El Finale, Allegretto, está escrito en forma de variación. Mozart eligió un tema popular, como el de la "danza rústica" del Trio II (Menuetto), que igual sigue siendo marcadamente estilizado.
El Quinteto en la es un eslabón - admirable - en medio de una cadena de obras consagradas por Mozart al clarinete y que iban a conducir al sublime adiós del Concierto K. 622.
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