lunes, 26 de diciembre de 2016

San Esteban y el Retablo de Juan de Juanes

Dios se hizo hombre para que el hombre fuera Dios. Jesús acaba de nacer y hoy celebramos el fruto de su Encarnación y Nacimiento. Un hombre, Esteban, es el primer “testigo” (mártir) de Jesús. Morirá como Jesús, encomendando su espíritu a las manos de Dios.

San Esteban en la sinagoga
Hacia 1562. Óleo sobre tabla, 160 x 123 cm.
Forma parte del Retablo de San Esteban para la iglesia de San Esteban de Valencia, junto a las pinturas sobre la vida de San Esteban . Es el conjunto más representativo y monumental del pintor valenciano, en el que se ilustran los episodios más importantes de la vida del santo, considerado el primer mártir del cristianismo. Según los Hechos de los Apóstoles, la predicación de san Esteban provocó los recelos del sanedrín, que le acusó de contravenir la Ley de Moisés. Fiel a su profundo sentido narrativo, Juanes refleja las reacciones de los doctores mediante un rico repertorio de gestos y expresiones.


San Esteban acusado de blasfemo
Hacia 1562. Óleo sobre tabla, 160 x 123 cm.
Realizada para el retablo de San Esteban de Valencia, junto a otras escenas de la vida del santo y La Última Cena. La obra representa el momento, relatado en los Hechos de los Apóstoles, en el que san Esteban anuncia ante el sanedrín: “Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios”. Al oírle, los sacerdotes “prorrumpieron en grandes alaridos, se taparon los oídos y en tropel se lanzaron contra él” (Hechos 7, 56 y 57). Destaca la arquitectura clasicista del templo. Estuvo en la iglesia de San Esteban hasta que en 1801 lo adquirió Carlos IV, mediando el arzobispo don Juan del Río.



San Esteban conducido al martirio
Hacia 1562. Óleo sobre tabla, 160 x 123 cm.
Inspirada en los Hechos de los Apóstoles (7, 58), San Esteban fue condenado a la lapidación tras enfurecer a los sacerdotes del sanedrín. En esta escena se representa el momento en que es sacado de la ciudad y conducido al martirio igual que Cristo en el Calvario, también a las puertas de Jerusalén. Juanes se aparta del estilo de su padre en el modo en que acentúa la fealdad de los sayones, contrastando de forma casi maniquea con la belleza y la tranquilidad del rostro del santo. Saulo, el futuro san Pablo, contempla la escena. Sin duda, en uno de los aspectos que más se aleja de Macip es en el paisaje. Si en éste es más realista y deudor de Flandes, Juanes incorpora monumentos identificativos de la antigua Roma, como la Pirámide de Cayo Cestio, que aluden a esta ciudad como a la Jerusalén Celestial.


Martirio de San Esteban
Hacia 1562. Óleo sobre tabla, 160 x 123 cm.
Forma parte del Retablo de San Esteban de la iglesia de San Esteban de Valencia, junto a otras escenas de la vida del santo y La Última Cena. De acuerdo con los Hechos de los Apóstoles, san Esteban fue condenado a la lapidación tras enfurecer a los sacerdotes judíos del sanedrín. Mientras el santo, vestido con ropa de diácono, se encomienda a Dios, los expresivos sayones le lapidan con ira. Al fondo aparece Saulo, el futuro san Pablo, contemplando la escena enmarcada en un característico paisaje salpicado de ruinas clásicas, obeliscos y pirámides, según los modelos de Rafael que se repiten en casi toda la obra de Juan de Juanes.



Entierro de San Esteban
Hacia 1562. Óleo sobre tabla, 160 x 123 cm.
Forma parte del Retablo de San Esteban de la iglesia de San Esteban de Valencia, junto a otras escenas de la vida del santo y La Última Cena). La obra ilustra el momento en el que el cuerpo de san Esteban es introducido en la tumba por un grupo de ocho hombres. La composición recuerda la del Santo Entierro de Cristo tanto por la disposición de las figuras como por sus actitudes. A la izquierda se incluye el retrato de un personaje vestido a la moda del siglo XVI que dirige su mirada al espectador. Probablemente se trate de uno de los comitentes del retablo, pues fue costeado por varios personajes de la ciudad de Valencia.



La Última Cena
Hacia 1562. Óleo sobre tabla, 116 x 191 cm.
Pintada para el banco del retablo mayor de San Esteban, de Valencia, junto a las pinturas sobre la vida de San Esteban. Inspirada en Leonardo, tanto por lo que se refiere al espacio como a la elocuente expresividad de los apóstoles, muestra igualmente la estrecha vinculación de Juanes con Rafael. Siguiendo la iconografía tradicional en la Península, el pintor valenciano centró la escena en torno a Jesús, sereno y triunfante, en el momento de consagrar la sagrada hostia. El cáliz que aparece en el centro de la mesa reproduce el que se guarda en la catedral de Valencia, legendariamente considerado como el auténtico vaso utilizado por Jesucristo en la Última Cena. La jarra y la jofaina del primer término aluden al Lavatorio de los pies, previo a la Cena. Todos los Apóstoles llevan nimbo con su nombre excepto Judas Iscariote, aunque su nombre aparece en el banco que ocupa. Tiene la barba y el cabello rojos, según la tradición, viste de amarillo -color simbólico de la envidia-, y oculta a sus compañeros la bolsa del dinero.



Juan de Juanes,  (Fuente la Higuera, Valencia, h.1503/05 - Bocairente, Valencia, 1579)

Uno de los más importantes pintores del renacimiento español, dominador absoluto del panorama valenciano a mediados del siglo XVI. La autoría de algunas de sus obras está todavía en discusión, adjudicándoselas a su padre, el pintor Juan Vicente Masip que, activo ya en 1493, fue, sin duda, uno de los grandes pintores valencianos de la primera parte del quinientos. Su hijo Juan comenzó a trabajar en el taller paterno y juntos colaboraron en la realización de numerosos trabajos. El nombre de Juan aparece por vez primera en relación con el retablo de la catedral de Segorbe, en 1531. Es por esos años cuando se aprecia una profunda renovación estilística en la obra de Juan Vicente Masip. Las posturas son divergentes a la hora de valorar si la posible maduración lograda por su hijo Juan influyó en el padre, o si, por el contrario, fue la influencia de éste la que marcó dicha evolución en el hijo. Lo cierto es que a partir de los años treinta, Juan de Juanes se afianza como la personalidad dominante del taller, y llega a convertirse en la figura artística más respetada y requerida de Valencia. Las alabanzas de los escritores contemporáneos nos dan idea de la fama que logró en vida. Juanes estuvo en contacto con la cultura literaria y los importantes círculos humanísticos de la capital virreinal y parece haber sido un artista de intensa preocupación intelectual, que dominaba el latín, y quizá a causa de ello latinizó su nombre, haciendo parangonable su obra con la de los mejores pintores de la Antigüedad, y huyendo del más pedestre apellido «Maçip». Su pintura mantiene un componente flamenco que pudo renovar visitando las colecciones de personajes notables a los que frecuentó, como Mencía de Mendoza. A ello se une la influencia predominante italiana, que desde el leonardismo presente en la Valencia de los Hernando, se actualiza con la influencia de Rafael y el conocimiento de la pintura de Sebastiano del Piombo. Las obras de este último, traídas a Valencia por Jerónimo Vich, embajador en Roma hasta 1521, son indispensables para entender la pintura de Juanes, cuyos modelos se encuentran ya en el comentado retablo de Segorbe. A pesar de que las influencias italianas son tan evidentes que han hecho pensar en un posible viaje de Juanes a Italia, sin embargo, podrían explicarse por el pleno conocimiento del arte italiano que el artista pudo adquirir en el ambiente artístico valenciano. Es probable que hubiera visto la obra de Rafael a través de estampas y no directamente. Aunque en Juanes es preponderante la pintura de temática religiosa, también llevó a cabo obras mitológicas y una serie de retratos de los prelados de la catedral de Valencia, de Alfonso V y de don Luis Castellà de Vilanova, señor de Bicorp (Prado). Donde Juanes alcanza una de sus máximas cotas es en los lienzos del Retablo de san Esteban (Prado), pintados para el retablo mayor de la iglesia de San Esteban de Valencia hacia 1562 y que permanecieron allí hasta su adquisición por Carlos IV alrededor de 1800. En ellos el pintor se muestra en plena forma, dominando todos los recursos pictóricos. Exquisito dibujante, muestra a la vez un colorido rico y brillante, los fondos de las pinturas se articulan con evocadores paisajes poblados de arquitecturas y ruinas clásicas, compuestas como citas eruditas, mientras dota a sus personajes de una gestualidad retórica que demuestra su conocimiento y meditación sobre los tratados de elocuencia clásica (García López, D. en: E.M.N.P., 2006, tomo IV, pp. 1356-1357).

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