El 2 de septiembre de 1911 escribía don Miguel a Ortega y Gasset:
"Ya sabe Vd. mi único problema, el de la inmortalidad del alma en el sentido más medieval. Todo lo concentro en la persona. Lo grande del cristianismo es ser un culto a una persona, a una persona, no a una idea. No hay más teología que Cristo mismo, el que sufrió, murió y resucitó." (Epistolario, 101)
Clavado en esa Cruz y escarnecido...
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