La celebración del Jueves Santo nos invita a dar la vida en el seguimiento de Jesús.
¡Qué paradoja!
Se ha dicho que en los EE.UU. muchos han celebrado ayer la "defensa" experimentada de su territorio mediante el uso de semejante instrumento de muerte.
Recordé enseguida algo dicho hace algo más de 50 años por Thomas Merton y que leí en cálida comunión con su sentir. Quiero citarlo aquí ya que, cambiadas las circunstancias que considero más graves aún, me parece de extraordinaria vigencia.
UNA
MEDITACION DEVOTA EN MEMORIA DE ADOLF EICHMANN
Por
Thomas Merton*
Uno de los hechos
más inquietantes que se manifestaron en el proceso de Eichmann fue que un
psiquiatra le examinó y le declaró perfectamente
cuerdo. No lo dudo en absoluto, y eso precisamente es lo que encuentro
inquietante.
Si todos los nazis hubieran sido psicópatas, como
probablemente eran algunos de sus jefes, su horrenda crueldad hubiera sido más
fácil de comprender en algún sentido. Mucho peor es considerar a ese tranquilo
funcionario, equilibrado", impertérrito, despachando su trabajo
burocrático, su empleo administrativo que daba la casualidad de que era la
supervisión del crimen en masa. Era meditativo, ordenado, sin imaginación.
Sentía un profundo respeto hacia el sistema, la ley y el orden. Era obediente,
leal: un fiel funcionario de un gran estado. Un funcionario que servía muy
bien a su gobierno.
No le inquietaba
mucho la culpabilidad. No sé que llegara a tener ninguna enfermedad
psicosomática. Al parecer, dormía bien. Tenía buen apetito, por lo visto.
Cierto que cuando visitó Auschwitz, el jefe del campo, Hoess, con ánimo de
diábolica malignidad, trató de fastidiar al gran jefe y asustarle con alguno de
los espectáculos. Eichmann se inquietó, sí, se inquietó. Hasta Himmler se había
inquietado, y le habían temblado las piernas. Quizá, del mismo modo, el
director de una planta siderúrgica podría sentirse inquieto si tuviera lugar un
accidente mientras por casualidad estaba él allí. Pero, claro, lo que ocurrió
en Auschwitz no era ningún accidente: sólo el desagrado rutinario de la tarea
diaria. Había que arrimar el hombro a la carga de monótono trabajo diario por
la Patria. Sí, hay que sufrir incomodidad y hasta náusea con espectáculos y
ruidos desagradables. Todo eso forma parte del concepto de deber, abnegación y
obediencia. Eichmann estaba consagrado al deber, y orgulloso de su trabajo.
La
cordura de Eichmann es inquietante. Consideramos la cordura equivalente de un
sentido de justicia, de humanidad, de prudencia, de capacidad de amar y
comprender a los demás. Nos fiamos de la gente cuerda del mundo, confiando en
que lo preservarán de la barbarie, de la locura, de la destrucción. Y ahora
empezamos a caer en la cuenta de que precisamente los cuerdos son los más
peligrosos.
Los
cuerdos, los bien adaptados, son los que pueden, sin espasmos ni náusea,
apuntar los proyectiles y apretar el botón que inicie el gran festival de destrucción
que han preparado ellos, los cuerdos.
¿Qué nos da la seguridad, después de todo, de que el peligro consista en que un
psicópata llegue a tener ocasión de disparar el primer disparo en una guerra
nuclear?
Los psicópatas son
sospechosos. Los cuerdos les mantendrán lejos del botón. Nadie sospecha de los
cuerdos, y los cuerdos tendrán razones perfectamente
buenas, lógicas, adecuadas, para disparar. Obedecerán cuerdas órdenes
que han llegado cuerdamente por el conducto jerárquico. Y, por su cordura, no
sentirán remordimientos. Cuando salgan los proyectiles, pues, no será ningún error.
No
podemos seguir suponiendo que porque un hombre sea cuerdo esté "en su
juicio". El concepto entero de cordura en una sociedad donde los valores
han perdido su significación, también carece de significación. Un hombre puede
estar "cuerdo" en el limitado sentido de que no esté incapacitado por
sus emociones desordenadas para actuar de un modo frío y ordenado, conforme a
las necesidades y dictados de la situación social en que se encuentre. Puede
estar perfectamente "adaptado". Bien sabe Dios que quizá semejante
gente puede estar perfectamente adaptada aun en el mismo infierno.
Y
así me pregunto yo: ¿cuál es el significado de un concepto de cordura que
excluye el amor, lo considera sin valor, y destruye nuestra capacidad de amar a
otros seres humanos, de responder a sus necesidades y sufrimientos, de
reconocerles, pues, como personas, de percibir su dolor como nuestro?
Evidentemente, eso no es necesario para la "cordura" en absoluto.
¿Qué interés tenemos en equiparar la "cordura" al Cristianismo?
Ninguno, en absoluto, evidentemente. El peor error es imaginar que un cristiano
debe intentar ser "cuerdo", como todos los demás; de que somos parte integrante en nuestro tipo de sociedad: que debemos ser "realistas"
respecto a ella: que debemos hacer surgir un cristianismo cuerdo, y que en el pasado ha habido muchos
cristianos cuerdos. La tortura no es nada nuevo, ¿verdad? Debemos ser capaces
de racionalizar un poco el lavado de cerebro, el genocidio, y hallar un lugar
para la guerra nuclear, o al menos para las bombas de napalm, en nuestra
teología moral. Cierto que algunos de nosotros ya hacen todo lo que pueden por ese
camino. ¡Hay esperanzas! Aun los cristianos pueden sacudirse sus prejuicios
sentimentales sobre la caridad, y hacerse cuerdos, como Eichmann. Pueden
incluso aferrarse a cierto sistema de fórmulas cristianas, y ajustarías a una
Ideología Totalitaria. Que hablan de justicia, caridad, amor y lo demás. Esas
palabras no han impedido a muchos cuerdos actuar en el pasado de modo muy
cuerdo y listo...
No,
Eichmann no estaba loco. Los generales y combatientes de ambos bandos, en la
Segunda Guerra Mundial, los que realizaron la destrucción total de ciudades
enteras, ésos eran los cuerdos. Los que han inventado y perfeccionado las
bombas atómicas y los proyectiles intercontinentales, los que han planificado
la estrategia de la próxima guerra, los que han valorado las diversas
posibilidades de usar agentes bacterianos y químicos, no son los locos, sino
los cuerdos. Los que calculan fríamente cuántos millones de víctimas puede
considerarse que vale la pena sacrificar en una guerra nuclear, supongo que
también salen muy bien parados en los tests
de Rohrschach. Por otro lado, probablemente encontraréis que los pacifistas y
los del movimiento contra la Bomba, están un poco locos, en serio, como leemos
en Time.
Empiezo
a darme cuenta de que la "cordura" ya no es un valor ni un fin en sí
mismo. La "cordura" del hombre moderno le es tan útil como el gran
tamaño y los músculos al dinosaurio. Si estuviera un poco menos cuerdo, si
durara un poco más, si se diera un poco más de cuenta de sus absurdos y
contradicciones, quizá habría una posibilidad de supervivencia. Pero si está
cuerdo, demasiado cuerdo... quizá hemos de decir que en una sociedad como la
nuestra la peor locura es no tener en absoluto angustia, estar totalmente
"cuerdo".
* Incursiones en
lo Indecible – 1967 Ed. Pomaire – Barcelona pp. 37-41
Fantástico Merton, sus reflexiones son tan hondas, tan oportunas, a veces inquietantes pues nos mueven de cierto lugar a otro no pensado.
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