sábado, 28 de enero de 2017

Ideale - Josè Carreras

Ideale sung by Jussi Björling

IDEALE

Creo que hay ideales a los que, a riesgo de hacernos olvidar quienes somos, no renunciamos. 
Tal vez no sean muchos. 
Alcanza con uno.  
Y debe seguir allí, en el fondo del alma, firme, lozano, joven, incorrupto... 

Cuando atardece, es bueno volverlo a mirar... Y si vemos que se oculta como el sol poniente imploremos su regreso...

Esto se me ocurrió mientras escuchaba "Ideale" cantado por un joven Pavarotti.
Letra de Carmelo Errico y música de Francesco Paolo Tosti.

Io ti seguii come'iride di pace
Yo te seguí como a un iris de paz
Lungo le vie del cielo;
a lo largo de los senderos del cielo;
Io ti seguii come un'amica face
te seguí como a una luz amiga
De la notte nel velo.
en el velo de la noche,
E ti senti ne la luce, nell'aria,
y te sentí en la luz, en el aire,
Nel profumo dei fiori;
en el perfume de las flores;
E fu piena la stanza solitaria di te,
y la morada solitaria estuvo llena de ti,
Dei tuoi splendori.
de tus esplendores.
In te rapito,
En ti extasiado,
Al suon de la tua voce
al sonido de tu voz
Lungamente sognai,
largamente soñé,
E de la terra ogni affanno, ogni croce
y cada afán, cada cruz de la tierra
In quel giorno scordai.
olvidé en aquel día.
Torna, caro ideal,
¡Vuelve, querido ideal,
Torna un istante
¡Vuelve un instante
A sorridermi ancora,
a sonreírme aún,
E a me risplenderà nel tuo sembiante
y resplandecerá para mí en tu rostro
Una novell'aurora.
una nueva aurora,
... una novell'aurora.
… una nueva aurora.
Torna, caro ideal, torna, torna!
¡Vuelve, querido ideal, vuelve, vuelve!


´A vucchella de Francesco Paolo Tosti por José Carreras

Una poesía, una canción donde lo pequeño es grande...

'A vucchella
Letra de Gabriele D’Annunzio – Música de Francesco Paolo Tosti

Nos encontramos en el lejano 1892, cuando Gabriele D’Annunzio y Ferdinando Russo trabajaban juntos en la redacción del diario “Il Mattino”.
Ferdinando Russo
Ferdinando Russo era ya conocido por haber escrito algunas piezas napolitanas muy conocidas como “Scetate”, y un día decidió desafiar a D’Annunzio, escribiendo una canción en dialecto napolitano: y D’Annunzio escribió de un tirón “‘A Vucchella”, que recién en 1904 fue musicalizada por Francesco Paolo Tosti, y publicada por la editorial Ricordi de Milán.
Otra leyenda narra que esta pieza nació en el célebre Café Gambrinus de Nápoles, escrita por D’Annunzio directamente con un lápiz sobre una de las mesas del Café y dedicada a Ferdinando Russo.
También resulta interesante contar que se encontró un artículo publicado en “Il Mattino” el 8 de septiembre de 1954 firmado por Oreste Giordano, cuyo título reza: "In margine a Piedigrotta - Come D'Annunzio scrisse 'A vucchella musicata da F. P. Tosti" [fonte: radio.rai.it Canzone Napoletana] (“Al margen de Piedigrotta[1] - Cómo D’Annunzio escribió “A vucchella” musicalizada por F. P. Tosti [fuente: radio.rai.it Canzone Napoletana].
Gabriele D'Annunzio
Según lo que escribe Giordano "El título de “A Vucchella” era originalmente “Sunettiello” (Sonetito), dedicado a Ferdinando Russo y, confirmando la fecha, es decir 1892, agrega lo que  le habría contado Ferdinando Russo personalmente, hablando del colega D’Annunzio": "Me parece verlo en nuestra redacción, en el “Mattino”... Una noche, sentado a mi lado que lo escuchaba hablar... me dijo sonriendo: "Quiero probar escribir en napolitano. Me sacó la pluma de la mano, se puso delante una hoja de papel y poco después me preguntó: "Dime: cómo se dice en dialecto pochino, pochino (poquito, poquito)?" "Pucurillo pucurillo". "Y cómo se dice appassita, vizza (marchita)?" "Appassuliata, appassiulatella". "Sonrió y comenzó a escribir, mientras yo lo miraba atento: "Sunettiello (Sonetito), a Ferdinando Russo".
Russo, después de haberse hecho autografiar la poesía dijo bromeando al amigo que la hubiera querido publicar, y que antes o después lo haría con seguridad: D’Annunzio al principio no quería, pero luego dio su consentimiento con ocasión del Festival de la Piedigrotta, y sólo si todo se tuviera por una broma.
El 7 de septiembre de 1903 la poesía fue publicada en “Il Mattino” y el resto…es historia.

'A VUCCHELLA
La boquita


Sì comm’ a ‘nu sciurillo...
Sí, como una florcita
tu tiene ‘na vucchella,
tú tienes una boquita
‘nu poco pucurillo,
un poco, un poquito,
appassuliatella.
marchitadita.


Méh, dammillo, dammillo,
Pero, dámela, dámela,
è comm' a ‘na rusella...
es como una rosita…
dammillo ‘nu vasillo,
dame un besito,
dammillo, Cannetella!
dámelo, Cannetella (Cándida)


Dammillo e pigliatillo
Dámelo y tómalo
‘nu vaso...piccerillo
un beso pequeñito
comm' a chesta vucchella
como esta boquita
che pare ‘na rusella...
que parece una rosita
‘nu poco pucurillo
un poco, un poquito
appassuliatella...
marchitadita…

Es una canción llena de ternura, una declaración de amor sui generis que el anhelante enamorado hace a su amada. No es una declaración melosa sino concreta gracias también al término appassuliatella (marchitadita) que D’Annunzio usó sin prejuicios.
Francesco Paolo Tosti
La música es aún más delicada que el texto y es tal vez una de las más bellas melodías napolitanas de todos los tiempos.



[1] Piedigrotta es una pequeña localidad donde se desarrollaba el famoso Festival de la Canción Napolitana

Canta Giuseppe di Stefano


sábado, 21 de enero de 2017

"Morgen" de Richard Strauss en la voz de Hermann Prey y el piano de Wolfgang Sawallisch


"¡Mañana!" de Richard Strauss

"Morgen!" ("¡Mañana!") es la última de cuatro canciones compuestas en 1894 por Richard Strauss. Es el número 4 del Opus 27.
El texto fue escrito por el poeta contemporáneo de Richard Strauss, John Henry Mackay, descendiente de escoceses que se trasladaron a Alemania.
Strauss conoció a Mackay en Berlín. El 21 mayo de 1894 escribió la música para “Morgen”. Junto a las otras tres canciones del opus 27, la dedicó como regalo de bodas para su mujer Pauline de Ahna.  Es una de las más conocidas y más grabadas obras de Strauss. Él mismo la grabó por primera vez en 1919 acompañando al tenor Robert Hutt en el piano, y otra vez en 1941 dirigiendo la versión orquestal con el tenor Julius Patzak y la Orquesta del Estado de Baviera.
Strauss escribió originalmente la canción para ser acompañada con piano. En 1897 orquestó el acompañamiento para orquesta de cuerdas, violín solista, arpa, y tres cornos.
El primer grupo de lieder orquestados por Strauss están dedicados a Pauline. Se habían conocido cuando ella era todavía era una estudiante de canto; debutó como profesional en 1890 con el papel de Pamina en La Flauta Mágica de Mozart y en 1894 se casó con Richard, unos meses después de haber cantado en el estreno de su primera ópera, Guntram. En 1897 se retiró de los escenarios de ópera y a partir de entonces sólo dio conciertos y recitales, prácticamente siempre acompañada de su marido al piano o dirigiendo. Ese año Strauss arregló para orquesta cuatro canciones de amor: Cäcilie y Morgen, dos de los cuatro lieder que le había regalado la víspera de su boda, el Op. 27; Liebeshymnus, el no. 3 del Op. 32, compuesto en 1896 y Das Roseband, el no. 1 del Op. 36, compuesto el mismo 1897.

Und morgen wird die Sonne wieder scheinen,
und auf dem Wege, den ich gehen werde,
wird uns, die Glücklichen, sie wieder einen
inmitten dieser sonnenatmenden Erde . . .

Und zu dem Strand, dem weiten, wogenblauen,
werden wir still und langsam niedersteigen,
stumm werden wir uns in die Augen schauen,
und auf uns sinkt des Glückes stummes Schweigen. . .

Traducción:

Mañana el sol volverá a brillar;
y por el camino que yo recorreré,
nos reuniremos otra vez nosotros, los dichosos,
en el seno de esta tierra que respira la luz del sol . . .

Y a la vasta playa, bañada por olas azules,
bajaremos despacio y silenciosamente,
calladamente nos miraremos a los ojos,
y sobre nosotros descenderá 
el mudo silencio de la felicidad . . .

Santa Inés

Santa Inés de Roma
(¿291? - 304)

Fue una virgen romana, que sufrió el martirio, durante la persecución de Diocleciano.  Es venerada como una de las grandes mártires de la historia de la Iglesia, y su fiesta se celebra el 21 de enero.
Los detalles de su martirio llegan a nosotros a través de una obra llamada Actas escrita en el siglo V, es decir, más de un siglo después de ocurridos los hechos que relata.
Según este texto, Inés era una bella joven proveniente de una noble familia romana. Tuvo varios pretendientes, a los que rechazó por declararse fiel amante de Cristo. Entre ellos se contaba el hijo del prefecto de Roma, quien la denunció a su padre por ser cristiana. En aquellos tiempos, los cristianos se encontraban bajo la persecución de Diocleciano y se les condenaba con la muerte si se negaban a sacrificar a los dioses romanos. Tras su muerte fue sepultada en la Vía Nomentana.
Aun cuando la veracidad de la fuente histórica que narra los detalles del martirio es puesta en duda por los historiadores cristianos, hay menciones a la mártir en otros escritos del tiempo, como por ejemplo, la Depositio Martirum del año 354 y los Epigramas del papa Dámaso. El poeta Prudencio se hizo eco de la leyenda áurea en su recopilación de actas, que fue atribuida erróneamente por mucho tiempo a san Ambrosio de Milán.
La hija de Constantino, Constantina, mandó construir la basílica que lleva su nombre en la vía Nomentana. Numerosas vidas de esta santa y obras de arte se realizaron durante la Edad Media: existen relicarios y estatuas en la ciudad de Roma, especialmente la realizada por Ercole Ferrata (Santa Inés en las llamas).

Debido a la raíz de su nombre (Agnus, "cordero" en latín), el 21 de enero, día de su fiesta, se bendicen los corderos con cuya lana se tejerán los palios de los arzobispos. El palio es un ornamento de lana blanca con seis cruces negras, que se pone sobre los hombros y tiene dos bandas que caen sobre el pecho y la espalda. Lo llevan el Papa y los arzobispos metropolitanos. Es un símbolo que manifiesta la estrecha unión con el romano pontífice y la misión del pastoreo, razón por la cual se confeccionan de la lana de los corderos. Los nuevos arzobispos reciben el palio el 29 de junio, solemnidad de los Santos Pedro y Pablo.

Massimo Stanzione, Santa Inés, ca. 1635-40 (Museu Nacional d'Art de Catalunya) 

El pintor italiano Massimo Stanzione (Frattamaggiore u Orta di Atella, Reino de Nápoles, c. 1585 - Nápoles, Reino de Nápoles, c. 1658) fue probablemente alumno de Fabrizio Santafede y Battistello Caracciolo, completó su formación en Roma (1617-1630), orientándose hacia una pintura ecléctica que encuentra ideas en Caravaggio, Guido Reni, Orazio y Artemisia Gentileschi, Annibale Carracci y Simon Vouet, emprendiendo un camino que se afirmará en la pintura napolitana del Setecientos.
De su abundante producción pueden recordarse los frescos y las telas para la capilla de San Mauro (1631-1637) y para la capilla del Bautista (1644-1651) en la Certosa di San Martino (Cartuja de San Martín) de Nápoles.
Con destino al Palacio del Buen Retiro de Madrid, pintó un gran Sacrificio a Baco, que se conserva en el Museo del Prado junto con varios lienzos sobre la vida de san Juan Bautista.

viernes, 20 de enero de 2017

Cristo, el Hombre y los hombres, dichos por los artistas

Aquí les entrego otro párrafo del hermosísimo libro de Olegario de Cardedal "El Rostro de Cristo" (Ed. Encuentro - Madrid, 2012) junto con el "Ecce Homo " de Maerten van Heemskerck (1 de Junio de 1498 – 1 Octubre de 1574) que me pareció un hermoso ejemplo de identificación de el Hombre-Cristo y los hombres todos:

"Los artistas, diciendo la vida y la muerte de cada hombre decían el destino de Cristo, porque este se ha hecho solidario de cada uno de ellos, hasta el punto de que enfermedad, pobreza, exilio, cárcel, hambre, silencio o soledad de un hombre enfermo, pobre, exiliado, encarcelado y hambriento o solo, son enfermedad, pobreza, exilio, cárcel, hambre, silencio y soledad del mismo Cristo. Si desde siempre la Iglesia ha mantenido en el canon de sus Escrituras Sagradas ese texto de San Mateo (Mt 25,31-46) que afirma explícitamente una identificación de Cristo con el destino de cada hombre, hasta nuestro siglo no se le había otorgado tanto relieve.
Hemos vuelto a «sentir» y no solo a saber que por cada hombre ha muerto Cristo (Rom 8,32; 2 Cor 5,14; 1 Tim 2,6; Heb 2,9). San Pablo lo repite dos veces con la misma fórmula literal: «El hermano por quien Cristo murió» (Rom 14,15; 1 Cor 8,11). En cada hombre que muere se le muere a Dios un hijo y en cada hombre muerto pierde Cristo un hermano. Estas convicciones son las que primordialmente han hecho surgir la convicción de la perduración personal de los humanos. Si el hombre muriera del todo, su vida habría sido al final insignificante e insignificante la amistad de Dios con él. Porque la muerte de ese hombre dejaría a Dios sin su amigo y a Cristo sin su hermano, por eso ha nacido necesariamente en la Biblia la convicción de la perduración personal del hombre tras la muerte. Para explicarla se ha apelado primero a la fidelidad de Dios con el hombre su amigo fiel (2Mac 7), al que resucitará, y luego se ha preguntado por la posibilidad objetiva para que esa resurrección tenga un sentido y coherencia y no sea una repetición de un mismo destino creando Dios a un hombre dos veces. Por ello se ha hablado también de inmortalidad. Resurrección e inmortalidad son dos palancas, necesarias ambas, para comprender el destino futuro del hombre." (pp. 202-203)

lunes, 16 de enero de 2017

El Bautismo de María


Jesucristo bautizando a su Madre, la Virgen María 
por Antonio de Torres, siglo XVIII. 
Museo de Guadalupe, Zacatecas, México.

El autor quiso expresar la inefable plenitud de gracia de la Virgen, su Madre. La pintura nos dice con sencillez lo que los conceptos teológicos expresan con dificultad. Es el Hijo el que derrama la gracia del Espíritu en el seno de María. Este dulce anacronismo nos traslada fuera del tiempo y del espacio para ubicarnos en la eternidad del Padre. Así la Trinidad, ante la mirada de los ángeles, "prepara" a la Inmaculada para su misión de Madre de Cristo y de la Iglesia.
Como es tradicional, los ropajes de Madre e Hijo, combinan el color encarnado o rosado (la tierra) con el azul del cielo, morada de Dios. 

Mozart trios K.548, K.564, K.496

Un texto de un gran autor

Existe conexión profunda entre las experiencias humanas fundamentales, de naturaleza personal  colectiva, y las creaciones artísticas. Cuando en la vida se abre, ante los ojos sorprendidos del hombre, una sima bajo los pies, por el dolor extremo o por la felicidad inesperada, surge la pregunta por el sentido y por el auxilio. La pregunta antropológica y soteriológica se hace inexorable: ¿Quién soy yo? ¿Qué es el hombre? ¿Por qué y para qué la existencia? Pero no menos inexorable se hace la pregunta soteriológica: ¿Qué va a ser de mí? ¿Cuál es el final de nuestro destino? ¿Tenemos ayudador en nuestro desvalimiento o partícipe de nuestra alegría en nuestro triunfo? Porque ni el dolor es vivible ni la alegría es soportable sin alguien con quien compartirlos.
La creación artística no es posible en la placidez placentera del aposentamiento superficial en la existencia. Surge cuando el hombre es arrastrado hasta el límite en el gozo o en la angustia, en el exceso de posibilidades o en la sustracción del aire para respirar. Los sentidos saltan sobre la placidez de la percepción animal para ser humanos en el descubrimiento del límite ilimitado. El animal no percibe en cada acto de inteligencia lo inteligible absoluto, en cada acción que tiene objeto propio la totalidad imperceptible, en cada amor particular el Amor abrazador del todo en su última raíz personal. Esas situaciones extremadas de orden positivo o de orden negativo se dan en toda vida, de forma sorprendente por acontecimientos sobrevenidos inesperadamente o por el tiempo que, pasando fiel y diario, horada el lecho del río de la vida o le deja sin agua, porque esta se pierde entre las hendiduras. Ese sobresalto de lo inesperado o ese ahondamiento o vaciamiento de lo cotidiano son el espacio personal en el que surge la obra de arte.

(Olegario González de Cardedal: El Rostro de Cristo – Ed. Encuentro. Madrid 2012 pp. 197-8)

lunes, 9 de enero de 2017

GIOTTO - LAS BODAS DE CANÁ


La escena está ambientada en una habitación, convencionalmente abierta hacia el cielo pero se entiende que es cerrada, descrita con atención a los detalles: tapices rojos rayados cubren las paredes, más arriba un friso y arriba del mismo los balcones internos de madera perforada sostenidos por ménsulas, sobre los que se encuentran vasos y elementos decorativos. Siguiendo al Evangelio de Juan se muestra el momento en que Jesús, sentado a la izquierda junto al esposo y cercano a un apóstol, bendice con un gesto el agua versada en las grandes jarras de la otra parte de la habitación, trasformándola en vino. El mayordomo prueba con un vaso la bebida y, siguiendo el relato evangélico, pronunciaría luego la frase "¡Tú has conservado hasta ahora el vino bueno!" (Jn 2, 7-11).
El lado de la mesa dirigido al espectador tiene en el centro a la esposa, vestida con un hábito rojo recamado con finura, sentada junto a la Virgen, quien también bendice, y a otra joven con una corona de flores en la cabeza. Dos sirvientes están del otro lado de la mesa.

La paleta pastel es muy elegante, que acentúa con los claroscuros los volúmenes plásticos de las figuras. Se aprecia un notable cuidado en las descripciones de los objetos, desde el mantel blanco con texturas que crean franjas de diverso color, a las jarras finamente escalonadas, y hasta los utensilios y la comida sobre la mesa. El mayordomo y el joven que está detrás de él están tan bien caracterizados que se podría suponer que se tratara de personajes que existieron realmente.

sábado, 7 de enero de 2017

GIOTTO - BAUTISMO DE CRISTO

Bautismo de Cristo (Giotto)
El Bautismo de Cristo es un fresco (200x185 cm) de Giotto, realizado entre 1303 y 1305 que forma parte del ciclo de la Cappella degli Scrovegni en Padua. Se encuentra entre las escenas de la vida de Jesús en la fila del medio de la pared izquierda de la capilla mirando hacia el altar.
En el centro de la escena Jesús, inmerso hasta la mitad del pecho en las aguas del Jordán, recibe el bautismo de san Juan Bautista que se muestra delante de una roca. Detrás de él está un santo anciano y un joven sin aureola esperando ser bautizados. Del otro lado cuatro ángeles sostienen las vestiduras de Cristo preparados para cubrirlo. En lo alto, en una explosión luminosa, Dios Padre, con un libro en su mano izquierda, se dispone a bendecir a su Hijo.
Las rocas del fondo, divergentes en forma de "V" contribuyen para hacer convergir la atención del espectador en el centro de la escena.

Es muy alta la calidad de los rostros de Cristo, del Bautista y de los dos discípulos que están detrás de él. Es evidente la concesión a la tradición iconográfica medieval en el irracional nivel del agua que cubre a Cristo sin mojar a los otros, debida al método tradicional de representar la escena, de modo de no mostrar a Cristo completamente desnudo.

viernes, 6 de enero de 2017

GIOTTO - ADORACIÓN DE LOS MAGOS


GIOTTO (Colle de Vespignano (Vicchio) 1267 ó 1277, + Florencia el 8 de enero de 1337)

Adoración de los Magos

Fresco de Giotto (200x185 cm), realizado probablemente entre 1303 y1305 que forma parte del ciclo de la Vida de Jesús de la Capilla de los Scrovegni en Padua.
Como fuentes de las escenas cristológicas Giotto usó los Evangelios, el Pseudo-Mateo, el Protoevangelio de Santiago y la Leyenda Áurea de Jacopo da Varazze.
La escena se desarrolla bajo un techado de madera, semejante al de la Natividad, sobre un fondo rocoso. María, vestida de rojo intenso con bordados de oro y con un manto azul ultramar (casi completamente perdido), ofrece a su hijo envuelto en pañales y cubierto de una mantilla verde pastel a la adoración de los Reyes Magos que llegaron siguiendo a la estrella-cometa que se ve en lo alto. Cada uno de ellos tiene sandalias rojas, símbolos de realeza. El primer rey, el anciano, ya se ha arrodillado y depuesto la corona en tierra, mientras su regalo es probablemente el relicario de oro sostenido por el ángel de la derecha. El segundo rey, de edad madura, porta un cuerno colmado de incienso, mientras que el más joven lleva una copa de la que levanta la tapa para mostrar el ungüento de mirra. Los tres dones simbolizan respectivamente la realeza del recién nacido,  su santidad o divinidad y el presagio de su muerte (la mirra se usaba efectivamente para perfumar los cadáveres). Detrás de los Magos hay dos  camellos altos, gustoso detalle exótico y nuevo en la iconografía, representados con destacado naturalismo y  manejados por dos sirvientes de los que sólo el del primer plano es visible.
Detrás de María asisten san José y dos ángeles, de los que uno, con extremo naturalismo, se encuentra detrás del poste del techado que le cubre el rostro. Un mudo diálogo se desarrolla entre los rostros de los presentes, que entrelazan sus miradas con gran naturalidad, evitando de ese modo cualquier dureza de matriz bizantina.
Algunos detalles están unidos a la cotidianidad del 1300, como la estructura "moderna" del techado o el estilo de los vestidos, como el del ángel que tiene las mangas estrechas en las muñecas y anchas en el codo.

Son delicadas las tonalidades de los colores, que se destacan sobre el azul del cielo (en este caso un poco dañado), armonizándose con las otras escenas de la capilla.

Bach - Keyboard Concerto No.7 BWV 1058 - II. Andante

jueves, 5 de enero de 2017

EPIFANÍA 3

El Bautismo de Jesús

El comienzo de la vida pública de Jesús es su bautismo por Juan en el Jordán. Juan proclamaba "un bautismo de conversión para el perdón de los pecados". Una multitud de pecadores, publicanos y soldados, fariseos y saduceos y prostitutas viene a hacerse bautizar por él. "Entonces aparece Jesús". El Bautista duda. Jesús insiste y recibe el bautismo. Entonces el Espíritu Santo, en forma de paloma, viene sobre Jesús, y la voz del cielo proclama que él es el Hijo amado del Padre. Es la manifestación ("Epifanía") de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios.

Giotto - Bautismo de Jesús
El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo"; anticipa ya el "bautismo" de su muerte sangrienta. Viene ya a "cumplir toda justicia", es decir, se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados. A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo. El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a "posarse" sobre él. De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su bautismo, "se abrieron los cielos" que el pecado de Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación. (cf. Catecismo de la Iglesia Católica 535-536)

EPIFANÍA 2

La Epifanía comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y se la adoptó en Occidente durante el siglo IV. Epifanía, significa "manifestación", pues el Señor se manifestó a los paganos en la persona de los magos.
En esta fiesta se celebran tres misterios de la vida del Señor: la adoración de los magos, el bautismo de Jesús en el río Jordán y el primer “signo” que, por intercesión de su madre, realizó en las bodas de Caná y que, como lo señala el evangelista san Juan, fue motivo de que los discípulos creyeran en su Maestro como Dios.
Para los occidentales, la Epifanía es popularmente el día de los reyes magos. En la antífona de entrada de la misa correspondiente a esta solemnidad se canta: "Ya viene el Señor del universo en sus manos está la realeza, el poder y el imperio". El verdadero rey que debemos contemplar en esta festividad es el pequeño Jesús. Las oraciones litúrgicas se refieren a la estrella que condujo a los magos junto al Niño Dios, al que buscaban para adorarlo.
Esta adoración simboliza la aceptación de la divinidad de Jesús por parte de los pueblos paganos. Los magos siguieron la estrella para encontrar al Salvador, prometido por medio de Israel, a todos los hombres.
El sagrado misterio de la Epifanía está referido en el evangelio de san Mateo. Al llegar los magos a Jerusalén, preguntaron en la corte el paradero del "Rey de los judíos". Los maestros de la ley supieron informarles que el Mesías del Señor debía nacer en Belén, la pequeña ciudad natal de David. Llegados al lugar donde estaban el niño con María su madre, ofrecieron oro, incienso y mirra, sustancias preciosas en las que la tradición ha querido ver el reconocimiento implícito de la realeza mesiánica de Cristo (oro), de su divinidad (incienso) y de su humanidad (mirra).
A Melchor, Gaspar y Baltasar -nombres que les ha atribuido la leyenda, considerándolos tres por ser triple el don presentado, según el texto evangélico -puede llamárselos adecuadamente peregrinos de la estrella. Los orientales llamaban magos a sus doctores; en lengua persa, mago significa "sacerdote". La tradición, más tarde, ha dado a estos personajes el título de reyes, como buscando destacar más aún la solemnidad del episodio que, en sí mismo, es humilde y sencillo. Esta atribución de realeza a los visitantes ha sido apoyada ocasionalmente en numerosos pasajes de la Escritura que describen el homenaje que el Mesías de Israel recibe por parte de los reyes extranjeros.
La Epifanía anticipa nuestra participación en la inmortalidad de Cristo manifestada en nuestra naturaleza mortal.

Decía San Atanasio "… el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (San Atanasio de Alejandría, De Incarnatione, 54, 3: PG 25, 192B)

miércoles, 4 de enero de 2017

EPIFANÍA 1

Los Reyes Magos

Desde sus torres desveladas, los Reyes Magos ven la estrella misteriosa.
Y oyen la voz con que les dice que un sol sin fin vino a salvarlos de las sombras.
Por ella saben que su fuego brilla escondido en una tierra muy remota.
Y que es preciso ir a buscarlo por los caminos de la noche tenebrosa.

Porque su día no se alcanza sino por medio del silencio sin memoria.
Y sólo a obscuras es posible llegar en paz hasta su luz maravillosa.
Llenos de amor y de alegría, los Reyes bajan de sus torres silenciosas.
Llaman a todos sus esclavos y les ordenan que se alisten sin demora.

Ponen en fila sus camellos que son montañas de riquezas fabulosas.
Y se abandonan a la estrella, que los conduce con amor hacia la aurora.
Y con sus tres ríos de tesoros, Melchor, Gaspar y Baltasar van como ciegos.
Ciegos que sólo tienen ojos para la luz que les indica el derrotero.

Por el gran rey que los reclama dejan la gloria y el orgullo de sus reinos.
Y por el sol que los aguarda se van perdiendo entre las sombras del desierto.
Pero ¿qué cetros son más firmes que los cayados con que buscan el sendero?
¿Dónde hay coronas más seguras que las que un día ceñirán sus pensamientos?

Por fin el astro se detiene sobre la gruta en que ha nacido el sol eterno.
Y la palabra de Isaías entra en sazón y se transforma en fruto cierto.
Pues en el suelo ha comenzado la inundación de dromedarios y camellos.
Y las naciones prometidas han empezado a congregarse bajo el cielo.

Los Reyes Magos se aproximan con emoción hasta la entrada de la gruta.
Y desde allí ven en silencio la forma exacta del amor y la hermosura.
Cerca de un hombre muy callado, reza una virgen más perfecta que la luna.
Y un dulce niño está brillando con una luz mucho más bella que ninguna.

Los peregrinos se adelantan para gozar desde más cerca su dulzura.
Y en su belleza reconocen la majestad y el resplandor del bien que buscan.
Pero en seguida se avergüenzan de que las manos del gran rey pidan ayuda.
Y de que el sol mire con frío desde las pajas del pesebre en que fulgura.

Puesto que ven que aquellas manos son las del Ser que por amor hizo las suyas.
Y porque ven que aquellos ojos son los de Dios, que los contempla con ternura.
Entonces doblan las rodillas, y ante el Señor abren sus cofres y sus almas.
Y mientras sacan sus riquezas dejan lugar para el tesoro de la gracia.

Melchor le alcanza el bien del oro, cuyo ferviente resplandor se da sin tasa.
Y cuya luz es un reflejo de la del sol que se prodiga y no se acaba.
Gaspar le ofrece el santo incienso, que se parece por su amor a la plegaria.
Pues, desde el mundo en que se quema, busca el fulgor del firmamento que lo aguarda.

Y Baltasar le da la mirra, que tiene el gusto y el aspecto de las lágrimas.
Y que, como ellas, gana el cielo con el poder de su dolor hecho fragancia.
Los Reyes dejan sus ofrendas, besan los pies del Niño Dios y se levantan.
Y, cuando salen de la gruta, lloran de fe, de caridad y de esperanza.

Después reúnen sus camellos innumerables y sus hombres infinitos.
Y, por distinto derrotero, vuelven dichosos a sus reinos escondidos.
Sus pasos leves y callados no dejan rastros en el polvo del camino.
Y su jornada por la tierra parece un vuelo por el cielo compasivo.

Porque las arcas y los cofres de la infinita caravana están vacíos.
Pero también porque las almas vuelven colmadas del tesoro conseguido.
En la inocencia de los ojos brilla el eterno resplandor del dulce Niño.
Y en la ternura de los pechos arden las llamas del amor de Jesucristo.

La luz y el fuego soberanos les abren paso por la noche y por el frío.
Y, por el rumbo de sus reinos, los van llevando al otro reino prometido.


FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ