La Epifanía comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III
y se la adoptó en Occidente durante el siglo IV. Epifanía, significa
"manifestación", pues el Señor se manifestó a los paganos en la
persona de los magos.
En esta fiesta se celebran tres misterios de la vida del
Señor: la adoración de los magos, el bautismo de Jesús en el río Jordán y
el primer “signo” que, por intercesión de su madre, realizó en las bodas de Caná y que, como lo señala
el evangelista san Juan, fue motivo de que los discípulos creyeran en su
Maestro como Dios.
Para los occidentales, la Epifanía es popularmente el día de
los reyes magos. En la antífona de entrada de la misa correspondiente a esta
solemnidad se canta: "Ya viene el Señor del universo en sus manos está la
realeza, el poder y el imperio". El verdadero rey que debemos contemplar
en esta festividad es el pequeño Jesús. Las oraciones litúrgicas se refieren a
la estrella que condujo a los magos junto al Niño Dios, al que buscaban para
adorarlo.
Esta adoración simboliza la aceptación de la divinidad de
Jesús por parte de los pueblos paganos. Los magos siguieron la estrella para
encontrar al Salvador, prometido por medio de Israel, a todos los hombres.
El sagrado misterio de la Epifanía está referido en el
evangelio de san Mateo. Al llegar los magos a Jerusalén, preguntaron en la
corte el paradero del "Rey de los judíos". Los maestros de la ley
supieron informarles que el Mesías del Señor debía nacer en Belén, la pequeña
ciudad natal de David. Llegados al lugar donde estaban el niño con María su
madre, ofrecieron oro, incienso y mirra, sustancias preciosas en las que la
tradición ha querido ver el reconocimiento implícito de la realeza mesiánica de
Cristo (oro), de su divinidad (incienso) y de su humanidad (mirra).
A Melchor, Gaspar y Baltasar -nombres que les ha atribuido
la leyenda, considerándolos tres por ser triple el don presentado, según el
texto evangélico -puede llamárselos adecuadamente peregrinos de la estrella.
Los orientales llamaban magos a sus doctores; en lengua persa, mago significa
"sacerdote". La tradición, más tarde, ha dado a estos personajes el
título de reyes, como buscando destacar más aún la solemnidad del episodio que,
en sí mismo, es humilde y sencillo. Esta atribución de realeza a los visitantes
ha sido apoyada ocasionalmente en numerosos pasajes de la Escritura que
describen el homenaje que el Mesías de Israel recibe por parte de los reyes
extranjeros.
La Epifanía anticipa nuestra participación en la inmortalidad
de Cristo manifestada en nuestra naturaleza
mortal.
Decía San Atanasio "… el Hijo
de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (San Atanasio de Alejandría, De Incarnatione, 54, 3: PG 25, 192B)
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